jueves, 28 de abril de 2016

En el zoo Abu, vivía un enorme elefante africano que se llamaba: Guillermo. Todas las tardes, el zoo abría sus puertas y muchos visitantes entraban con ganas de ver a todos los animales.
Los visitantes más pequeños, los niños y niñas, solían llevar en sus mochilas chucherías para comer mientras paseaban.
En ocasiones, alguna de esas deliciosas chucherías acababa en el suelo del zoo. Un día, Guillermo probó una chuche y le encantó su sabor y dulzura. Así que, si no encontraba chuches en el suelo, cuando los niños se despistaban, con su larga trompa aspiraba las chuches de sus mochilas.
Así fueron pasando los días y los meses cuando un terrible dolor de muelas atacó por sorpresa a Guillermo. ¡¡¡¡uyyyyy, que daño!!!
Cuando Luis, el encargado de dar comida a los elefantes africanos, llegó a la zona donde vivía Guillermo, escuchó un gran llanto de dolor.
Luis se acercó a Guillermo y le preguntó ¿Qué te ocurre? ¿te encuentras mal?
-Me duele mucho la muela.
_A ver, abre bien la boca.
_Aaaaaaa.
_¡¡¡Pero si tienes una caríe del tamaño de un plato de sopa!!! Hay que avisar a la dentista rápidamente.
Luis volvió con la dentista del zoo que tuvo que hacerle una limpieza de boca y empastarle esa muela. Recomendaron a Guillermo, no comer demasiadas chucherías y lavarse los dientes diariamente.
Así que, Luis tuvo una genial idea: los niños que visitaran el zoo podrían cepillarle los dientes con un enorme cepillo. Diariamente se hacía un sorteo de niños y niñas y los seleccionados le cepillaban a Guillermo.


Marco Cubillana


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